Líquidos y rendimiento deportivo

 

 

 

Se puede considerar que el agua es la mejor ayuda ergogénica para la mejora del rendimiento deportivo. El motivo por el que el agua es tan importante se debe a sus funciones como transportador y disolvente universal. En ella pueden transportarse disueltas moléculas muy variadas; algunas tan importantes como la glucosa o el glucógeno, todos los aminoácidos, el ATP y moléculas relacionadas, iones positivos (como el sodio, potasio, calcio y magnesio) o iones negativos (como el fosfato, cloruro, bicarbonato, etc), vitaminas del grupo B e hidrosolubles, y muchas otras. Esta lista de substancias, que no es completa, demuestra que el agua es necesaria tanto para el almacenamiento de reservas (glucógeno) como para el transporte de substancias energéticas y reguladoras.

 

El agua es la substancia básica de todos los procesos metabólicos del organismo y la encontramos en todos los tejidos en cantidades muy importantes. El músculo está formado en un 70% ó 75% de agua; el tejido más pobre en agua es el hueso y el tejido graso con un 10% a 15% de agua. El contenido en agua del organismo en su conjunto oscila según la composición corporal del 45% al 70%. Los deportistas con una gran masa muscular y un porcentaje graso relativamente pequeño tienen contenidos de agua bastante elevados.

 


El agua en el organismo está situada tanto dentro de las células (intracelular) como en el exterior (extracelular). El agua que está fuera de las células a su vez se puede encontrar entre ellas (intersticial) o bien en los conductos del aparato circulatorio: arterias, capilares y venas (vascular). Cuando existe una cierta deshidratación, lo primero que se afecta es el líquido extracelular, tanto intersticial como circulante; si la deshidratación se prolonga o se hace más intensa se afectan ya los líquidos de las células. La deshidratación extra e intracelular desencadena la sed, un mecanismo de alarma para recuperar líquidos.

 

Cuando tenemos sed ya se ha producido una cierta deshidratación y ya es demasiado tarde. Se ha perdido una cierta cantidad de líquidos y se ha reducido nuestra capacidad de rendimiento. La sed es un indicador de que ya estamos rindiendo por debajo de nuestras posibilidades. Es muy importante que cualquier deportista tenga cuidado de recuperar líquidos antes de que aparezcan los primeros signos de pérdida de agua; es decir, es muy importante beber antes de tener sed.

 

Cuando se realiza un trabajo físico continuado existe una redistribución de los líquidos corporales. Al haber actividad de las fibras musculares, se acumulan metabolitos que atraen agua al interior de las células. Este líquido viene desde la zona intersticial. Para compensar la concentración del líquido intersticial se desvía agua desde la sangre. Es por esto que hay una reducción de hasta un 10% del volumen vascular y una hemoconcentración (concentración sanguínea). Si hacemos una correcta rehidratación esta pérdida de líquido sanguíneo se reduce hasta sólo del 3% al 5%. En resumen, durante el ejercicio se acumula líquido en el músculo y se pierde en la sangre. Si además consideramos que hay una pérdida variable de agua según la temperatura y humedad para mantener la temperatura corporal en forma de sudor y pérdidas insensibles por la espiración, hay una bajada importante del líquido plasmático y una disminución de la corriente sanguínea.

 

La primera evidencia de la deshidratación en el ejercicio es una disminución de la capacidad aeróbica para producir energía al haber menos transporte de substratos combustibles y de oxígeno hacia los músculos. También se hace más lento el sistema de eliminación de residuos del metabolismo muscular y aparece una fatiga más rápida. Una pérdida del 2% de líquidos corporales (es decir 1,5 litros para una persona de 75 kilos) produce menor rendimiento aeróbico y fatiga temprana.

 

Cuando la pérdida de líquidos es más importante hay deshidratación extracelular e intracelular. Cuando los músculos pierden agua, se reduce su capacidad contráctil y se vuelven más viscosos (más rígidos o inelásticos). Una deshidratación del 4% del peso corporal (3 litros en una persona de 75 kilos) reduce la fuerza máxima, la potencia y aparece fatiga inmediata.

 

Si no se recuperan y se llega a un 6% del peso corporal en la pérdida de líquidos, la obtención de energía se ve muy entorpecida. La falta de producción y la disminución del ATP muscular hace que aparezcan rampas y calambres. Aparece agotamiento por calor al no poder refrigerarse y reducir la temperatura del músculo y del centro del cuerpo. Puede llegarse al colapso.

 

Una deshidratación del 8% es muy peligrosa. El shock hipovolémico (bajo volumen de sangre que para el corazón) puede producir la muerte del deportista.

 

Como puede verse, un sistema de entreno correctamente planificado puede dar malos resultados si las intensidades del entrenamiento no se pueden alcanzar por deshidratación. Para entrenar al máximo de nuestras posibilidades y obtener los mejores resultados es muy importante recuperar los líquidos que se han perdido durante el ejercicio y seguir con la rehidratación después para mejorar la recuperación.