La
musculación en la adolescencia.
Introducción
Contrariamente a como
ocurría en tiempos pasados, en los que se consideraba que el deporte contribuía
muy poco e incluso nocivamente al desarrollo intelectual del niño y del adolescente,
hoy en día goza de un gran predicamento entre padres, maestros y educadores en
general.
Ahora, más bien, la controversia se centra en el
tipo de deporte adecuado y cuán lejos se pueden llevar los entrenamientos sin
perjudicar el desarrollo físico y el equilibrio psicológico del joven.
Actualmente la
competición deportiva obliga a una especialización temprana y se alcanzan los
límites del rendimiento a edades impensables hace unos cuantos años.
Muchos son los factores
que influyen en los padres a la hora de elegir el deporte más adecuado para sus
hijos. Así pues, entre los factores a tener en cuenta, cabe atender a las
cualidades físicas y al perfil emocional del niño, su predisposición o
preferencias personales, la opinión del entrenador o educador físico, las
posibilidades económicas para sufragar los gastos que se deriven de la práctica
deportiva, las posibilidades materiales o de acceso a los centros deportivos,
la posible influencia de los amigos, etc.
En este artículo vamos a
tratar de aclarar una serie de cuestiones que hacen referencia concreta a la
práctica de la musculación orientada a los adolescentes y sus posibles
repercusiones en el desarrollo tanto físico como emocional para mayor
tranquilidad de los padres y educadores físicos en general.
No son pocos los educadores físicos que se muestran contrarios al uso de las
pesas por parte de los niños y los adolescentes aduciendo argumentos
"científicos" que condenan al joven al mayor de los desastres y
tildan de irresponsables a los entrenadores que las aplican en sus programas de
preparación física.
Dejadme que os haga una
reflexión desde la óptica de un educador físico que ha trabajado con niños,
durante muchos años, aplicando la educación física en el ámbito escolar. Por mi
experiencia sé que un niño que practica ciertos ejercicios en un supuesto
contexto educativo o formativo, sufre más sobrecargas a nivel articular y
muscular que efectuando una sesión de musculación correctamente dirigida.
Os pondré algunos
ejemplos sin tan siquiera entrar, de momento, en el deporte de alto
rendimiento. Cuando un niño de ocho años se carga sobre su espalda a otro niño
para realizar una carrera de caballos (ejercicio habitual en cualquier clase de
educación física), su espalda soporta una carga para la cual en modo alguno
está preparada.
Si, además, tenemos en
cuenta que la técnica de transporte no es depurada y el control, debido al
ansia competitiva de los practicantes, es deficiente, nos encontramos con un
tipo de práctica de alto riesgo para niños de tan corta edad.
Cuando se realiza el
ejercicio de la "carretilla" en el que un niño sujeta a otro por los
pies mientras éste camina con las manos por el suelo, debemos darnos cuenta de
la tremenda carga que soportan sus muñecas y la tensión que experimenta su
región lumbar.
Sin hablar de la que
soporta el niño que sujeta por los pies al compañero.
Podríamos seguir con más ejemplos de ejercicios habituales en una clase de
educación física, pero creo que con estos dos bastará para comprender que en
ciertas ocasiones las posturas dogmáticas que pretenden ejemplarizar y aparecer
como una guía segura para orientar el desarrollo evolutivo de los niños no
constituye precisamente el mejor de los ejemplos.
¿Qué es potencialmente
más perjudicial para un niño en edad de crecer, el ejercicio de los caballos o
unas extensiones en máquina con una placa de cinco kilos?.
¿Qué es peor para las
articulaciones de los brazos, el ejercicio de la carretilla o unas aberturas
con dos mancuernas de un kilo?. Creo que la respuesta es obvia y no merece más
comentarios.
Si analizamos el deporte
de alta competición veremos que el grado de perjuicio que cabe esperar a todos
los niveles se dispara exponencialmente.
En un estudio publicado recientemente se ponía de manifiesto que el deporte de
alta competición practicado antes de finalizar los procesos de maduración
anatoma-fisiológicos y psicomotrices es perjudicial y motivo del tremendo
aumento de las lesiones infantiles debido al exceso de horas de práctica
deportiva y de entrenamiento, no siempre supervisado por personal
suficientemente cualificado.
Además, al factor riesgo
se añade el hecho de que el niño posee una capacidad de percepción del riesgo
mucho menor que un adulto y ello hace que le sea difícil calibrar el alcance
real de una determinada práctica.
Todos los que trabajamos
en el ámbito deportivo sabemos que algunos niños "esconden" sus
lesiones por temor a ser excluidos de los entrenamientos o las competiciones.
Incluso en algunos casos se da la preocupante circunstancia de que el temor
nace de la posible represalia por parte de los padres que imponen la práctica
deportiva a sus hijos con la esperanza de obtener, en el futuro, posibles
beneficios económicos.
Al tratarse de personas en fase de crecimiento y, por tanto, con un sistema
músculo-esquelético más vulnerable que el de un adulto, son más susceptibles a
las fracturas. En esa época, es fundamental que no haya alteraciones en los
cartílagos.
Por eso, un traumatismo
repetido, que en un adulto no tendría tanta importancia, puede, en los niños,
tener graves consecuencias. Muchos deportes son un claro ejemplo de lo que
nunca tendría que ser una práctica saludable y educativa.
La gimnasia artística o
la gimnasia rítmica llevadas a la práctica con una orientación competitiva se muestran
como claros exponentes de lo dicho.
Restricciones en la
alimentación para mantener un peso determinado, duros regímenes de
entrenamiento que se extienden por espacio de varias horas al día, la presión
por el resultado y las exigencias de los entrenadores, tienen como consecuencia
un retraso en el crecimiento, desarreglos hormonales, desequilibrios
emocionales y en ciertos casos especialmente graves la aparición de un
trastorno de la propia imagen que conduce a la aparición de la anorexia
nerviosa o a la bulimia.
Un estudio realizado
hace unos años en Oslo reveló que casi un 40% de las integrantes de la
selección noruega de gimnasia rítmica seguía un tratamiento por sufrir
diferentes grados de anorexia.
Otros estudios alertan
sobre el aumento en la incidencia de desordenes alimenticios, amenorrea y
osteoporosis en mujeres deportistas, siendo las más susceptibles de sufrir
estos problemas las que precisan mantener un peso o una apariencia corporal
determinada como gimnastas, patinadoras, amazonas, corredoras de fondo o
nadadoras.
También sabemos, gracias
a estudios recientes, que el exceso de entrenamiento provoca, en los niños una
mayor incidencia de lesiones debidas a sobrecarga. En concreto, las zonas más
vulnerables son las rodillas, los codos y los tobillos, sin olvidar los
desequilibrios musculares debidos a la práctica deportiva asimétrica (deportes
de raqueta, lanzamientos, saltos, etc.) que terminan por afectar a la columna
vertebral en forma de desviaciones como la escoliosis o la hiperlordosis.
El culturismo no escapa a esta dinámica y su máximo exponente lo encontramos en
la competición y en las categorías junior. Estos atletas por medios poco
naturales alcanzan a los 16 ó 17 años, niveles de desarrollo que en modo alguno
se corresponden con su edad y grado de madurez biológica.
El resultado de esta
política deportiva es una elevada tasa de abandono a los pocos años de haber
iniciado la competición. El entrenador debe adoptar una postura sensata
tendente a evitar ciertas situaciones que se están dando y que no pueden más
que perjudicar al deportista como persona y al deporte en general.
El culturismo es un
deporte que se basa en los años de práctica y que por fortuna, nos ofrece la
posibilidad de competir a edades muy avanzadas en comparación con otros
deportes.
Precipitar las cosas tan
solo conduce al fracaso y a la frustración. Nuestra obligación como
entrenadores, educadores y deportistas es orientar al joven hacia la práctica
saludable favoreciendo su desarrollo tanto biológico, como psicológico y
emocional.
Una vez el adolescente
ha madurado cabe ya la posibilidad de orientar los entrenamientos con el objeto
de alcanzar el máximo rendimiento y el éxito deportivo. Ello será posible si el
potencial del individuo lo permite y él lo desea con la suficiente intensidad.
Una pregunta que con
frecuencia formulan los padres al monitor de culturismo es a qué edad es
adecuado iniciarse en el entrenamiento con pesas.
La respuesta es simple y
a la vez entraña una gran responsabilidad. Los catorce años es una buena edad
para iniciarse en el entrenamiento culturista, siempre y cuando se aplique con
prudencia, respetando el desarrollo biológico del adolescente.
Es importante insistir
en la necesidad de complementar las pesas con alguna actividad de tipo
cardiovascular que mejore la funcionalidad de los sistemas cardiocirculatorio y
respiratorio.
Tres sesiones semanales
alternas de práctica culturista, parece lo más razonable para iniciarse. Una
vez completado el desarrollo, si el alumno manifiesta un marcado interés por la
práctica del culturismo, podemos establecer cuatro o cinco sesiones semanales,
sin olvidar jamás el acondicionamiento cardiovascular.
En cuanto a la elección
de los ejercicios más adecuados para configurar el programa de entrenamiento,
daremos preferencia a aquellos que sean menos agresivos para las articulaciones
y en caso de que se utilicen, el peso a manejar será siempre moderado. Por
término medio, una intensidad de entrenamiento que ronde el 70% parece lo más
razonable, en consecuencia, el número de repeticiones será moderadamente alto,
entre 10 y 14 aproximadamente.
Debemos conceder una
prioridad absoluta a la adquisición de una correcta técnica de ejecución y
dedicar el tiempo que sea necesario al aprendizaje de todos los ejercicios que
se incluyan en el programa de entrenamiento.
Durante la adolescencia
es muy importante dar un trato prioritario al fortalecimiento de los músculos
de la faja abdominal y de la espalda con el objeto de prevenir desviaciones de
la postura que con el tiempo derivan en auténticas deformidades estructurales
de la columna, siendo las más frecuentes la escoliosis, la cifosis y la
hiperlordosis, ésta última más frecuente en las mujeres.
En definitiva, prudencia
por parte del monitor y pensar que en nuestras manos está parte del futuro
deportivo del adolescente y lamentablemente, esa es una responsabilidad cuya
trascendencia escapa a muchos profesionales de las pesas.