Debido a las muchas
consultas que recibimos con relación a los problemas derivados del
entrenamiento y más concretamente a las lesiones que una mala práctica puede conllevar,
he decido abordar en este artículo, la estrategia que debemos aplicar para
facilitar la recuperación sin que necesariamente debamos abandonar los
entrenamientos por un largo período de tiempo.
Por regla general,
cuando sufrimos una lesión y acudimos al médico, la solución que se nos ofrece
gira siempre en torno al reposo absoluto y el consumo de antiinflamatorios. Si
no funciona, entonces se recurre a terapias médicas alternativas como pueden
ser la electroterapia, láser, ejercicios de rehabilitación que, en ocasiones,
poco tienen que ver con la realidad del entrenamiento deportivo, etc. Pero, en
cualquier caso, lo realmente trascendente es que nadie nos informa
adecuadamente acerca de la naturaleza de la lesión, de cual fue su origen y de
qué consecuencias o secuelas podemos esperar en el futuro.
Como técnico deportivo
mi mayor preocupación es que mis alumnos no tengan que pasar nunca por este
trance y para ello he desarrollado una metodología que persigue, por encima de
todo, asegurar la práctica correcta de todos y cada uno de los ejercicios que
realicen dichos alumnos. Al mismo tiempo, me aseguro que antes de cada
entrenamiento se lleven a cabo los pertinentes calentamientos para predisponer
todos los sistemas orgánicos en función del tipo de práctica que se vaya a
desarrollar y la magnitud que vaya a alcanzar el esfuerzo. No podemos olvidar
tampoco la necesaria recuperación que con posterioridad al entrenamiento,
deberemos disponer empleando los medios y recursos más eficaces. Especialmente importante
es la adecuada nutrición para reponer todas las sustancias que hemos gastado
durante el trabajo muscular y el descanso necesario para favorecer la síntesis
de todos los nutrientes.
Desgraciadamente, a
pesar de todo, es bastante frecuente que aparezcan lesiones que pueden estar
motivadas por la naturaleza misma del entrenamiento. Concretamente, nos
referimos a las lesiones por acumulación de microtraumatismos consecuencia de
la aplicación de sobrecargas de elevada magnitud a lo largo de un período de
tiempo más o menos largo. Las más frecuentes son las contracturas musculares,
las roturas fibrilares y las tendinitis. Otro tipo de lesión que puede aparecer
y que no responde a ninguna de las causas anteriores es la producida por un
accidente. Estamos hablando de caídas que pueden tener como consecuencia una
luxación, una contusión, una rotura de fibras o de tendón, etc. También
hablamos de los golpes, patadas o encontronazos, que con frecuencia reciben
muchos deportistas durante la práctica competitiva. En cualquier caso, la
consecuencia es siempre la misma: necesidad de abandonar por un tiempo la
actividad deportiva.
Actualmente los médicos
deportivos, traumatólogos y entrenadores, están de acuerdo en que aplicando las
terapias más eficaces y sin abandonar del todo el entrenamiento se puede
acelerar la recuperación del deportista. Pero conviene recordar que en muchas
ocasiones, se precipita en exceso dicho retorno debido a las exigencias de la
competición. Las consecuencias a largo plazo son nefastas y pueden ocasionar la
retirada prematura del deportista.
En este artículo, no pretendo dirigirme a los
atletas de alto rendimiento, sino a vosotros, deportistas que buscáis por
encima de todo desarrollar una actividad segura, beneficiosa y que contribuya
de forma eficaz a mejorar vuestra salud y vuestra calidad de vida.
Los pasos que tenéis que
seguir para continuar con el entrenamiento y al mismo tiempo permitir una
recuperación total de la patología muscular o articular que os aqueje, son
simples, pero deben seguirse escrupulosamente, de lo contrario podríais agravar
la lesión y con el tiempo, ésta, llegar a cronificarse:
1) 1)
Diagnóstico de la lesión
Es esencial identificar
la naturaleza exacta de la lesión. Para ello, deberéis acudir al médico
deportivo o traumatólogo que efectuará las pertinentes pruebas diagnósticas que
ayuden a determinar qué tipo de lesión nos aqueja. Hay que resaltar que en
ocasiones, dos lesiones distintas pueden mostrar síntomas parecidos. Si se
confundiera el diagnóstico, ello podría retrasar la recuperación o incluso
agravar la lesión caso de seguir efectuando una determinada práctica deportiva
en la confianza de estar haciendo lo correcto.
2) Identificación de las
causas
Una vez conocemos la
naturaleza de la lesión, debemos saber con exactitud como se ha producido.
Generalmente las lesiones se producen por tres causas: una técnica defectuosa,
un exceso en las cargas de entrenamiento o bien un accidente. Las más
frecuentes son las primeras y precisamente son las más evitables. Las segundas
son inevitables si queremos alcanzar objetivos ambiciosos, sobre todo en el
terreno de la alta competición y las terceras, a veces, son imprevisibles. Una
vez hayamos detectado el error de ejecución es evidente que deberemos corregirlo
y evitarlo a toda costa en el futuro.
3) Reestructurar el
entrenamiento
Una vez hemos superado
la fase aguda de la lesión, cosa que puede llevarnos desde unos pocos días
hasta unas pocas semanas en el peor de los casos, debemos reiniciar el entrenamiento
cuanto antes, pero, para ello, debemos rediseñar el programa y adaptarlo de tal
manera que podamos seguir trabajando las zonas no lesionadas sin que afecte de
forma negativa a la lesión. Por ejemplo, si alguien sufre una tendinitis
rotuliana en la rodilla derecha, puede sin temor, entrenar todo el cuerpo con
normalidad a excepción del cuádriceps derecho. Si alguien sufre una lesión en
un codo que le impide extenderlo con normalidad puede sustituir los ejercicios
de empuje (tipo press) por ejercicios de aberturas o cruces en polea para el
pectoral y elevaciones laterales, frontales, pájaros o remos al cuello para el
deltoides, tan sólo deberá evitar los ejercicios de tríceps.
4) Programa de
recuperación
Por lo que se refiere al
entrenamiento de la zona lesionada, por suerte, contamos con un amplio
repertorio de alternativas que nos van a permitir iniciar un trabajo muscular
suficiente como para no perder nuestra forma física al tiempo que facilitamos
una óptima recuperación. Concretamente, me refiero a:
·
·
Ejercicios isométricos
efectuados en ángulos no dolorosos a una intensidad moderada. Con el tiempo y
en función de la respuesta que obtengamos podremos ir aumentando
progresivamente la intensidad del esfuerzo.
·
·
Ejercicios de corto recorrido.
Consiste en efectuar repeticiones a recorrido parcial eliminando la parte del
mismo que resulte dolorosa. Si ello no fuera posible recurriremos a los
isométricos. Al igual que en el caso anterior, debemos, al principio, moderar
la intensidad y aplicar un elevado volumen de trabajo en términos de
repeticiones.
·
·
Electroestimulación.
Este medio terapéutico es ampliamente utilizado en régimen hospitalario con
posterioridad a una intervención quirúrgica con el fin de iniciar un trabajo
muscular pasivo que estimule la recuperación sin necesidad de manejar ningún
tipo de carga adicional. Su uso está indicado a corto plazo pero nunca puede
ser un sustitutivo, a largo plazo, del entrenamiento.
5) Ensayo-error
Este método de aprendizaje
es una excelente herramienta para descubrir cuales son los procedimientos más
adecuados para lograr una óptima recuperación, al margen de la opinión de los
expertos. Por mi experiencia sé que en algunos casos, lo que funciona para un
individuo, puede no funcionar para otro. También sé que lo que funciona al
principio puede dejar de funcionar al cabo de cierto tiempo. Al principio, es
esencial estar en contacto permanente con el alumno y explicarle con claridad
lo que esperamos de él y del tratamiento terapéutico. También es muy importante
que el alumno sepa transmitir las sensaciones que experimenta durante el
desarrollo del ejercicio y con posterioridad al mismo. Seguir muy de cerca la
evolución del proceso de recuperación es la única manera de asegurar el éxito.
No tengáis ningún inconveniente en suprimir un ejercicio o modificar un
procedimiento si no observáis una evolución positiva en el alumno, aunque su
preparación os haya llevado muchas horas. Debéis ser capaces de disponer
alternativas eficaces e incluso ser capaces de crearlas si llega el momento.
6) El calentamiento
No debemos olvidar la
importancia que tiene el calentamiento como preventivo de muchas lesiones que
son consecuencia de una práctica deportiva intensa sin la adecuada predisposición
del sistema neuromuscular y articular. En nuestras páginas encontraréis la
forma adecuada de diseñar vuestros propios calentamientos y evitar así, en lo
posible, riesgos innecesarios.
7) La recuperación
Al margen de los
factores que ya hemos comentado al inicio del artículo (nutrición y descanso)
debemos tener en cuenta la necesidad de utilizar recursos que faciliten la
necesaria recuperación post-esfuerzo. Los más importantes son el masaje y los
estiramientos, efectuados tal como describimos en nuestros artículos ya
publicados.
A modo de conclusión,
quisiera mostraros un ejemplo de entrenamiento adaptado para una patología
lumbar que responde al siguiente perfil: dolor crónico localizado a nivel de la
articulación lumbo-sacra ocasionado por una hernia discal; se han sufrido dos
episodios agudos en el plazo de ocho meses que obligaron al paciente a guardar
reposo absoluto durante diez días; el médico recomienda no operar de momento, y
observar la evolución aplicando tratamientos paliativos de los síntomas y la
práctica regular de ejercicio físico con el objetivo de fortalecer la espalda y
la faja abdominal. Si tenemos en cuenta las estadísticas, este tipo de dolencia
es muy frecuente y afecta a profesionales de muchas ramas laborales.
El procedimiento a
seguir por parte del acondicionador físico es simple pero no exento de una gran
responsabilidad. No olvidemos que en casos como el que nos ocupa, no nos
estamos jugando un centímetro más o menos de brazo o la eliminación más o menos
pronta de un kilo de grasa, nos jugamos la salud de una persona y la calidad de
vida que puede esperar en años próximos. El primer paso a dar, es la elección
de los ejercicios. Ello debe hacerse siguiendo criterios estrictamente
terapéuticos y no de rendimiento. Pensemos que en realidad lo que hace un
técnico deportivo cuando trata una lesión, no es muy distinto de lo que hace un
médico cuando trata una enfermedad. Él prescribe medicamentos y el técnico,
ejercicios. Ambos deben establecer la dosis adecuada, el medicamento se expresa
en mg. y el ejercicio en repeticiones y series. El primero se administra con
una determinada frecuencia, al igual que el segundo y ambos pueden acarrear
efectos secundarios indeseables. Una persona con problemas de columna debe
abstenerse de realizar cualquier ejercicio que sobrecargue la musculatura
lumbar y erectora espinal y los discos intervertebrales (sentadillas, gemelo de
pie, remos para dorsal con peso libre, presses sobre los hombros, pesos
muertos, hiperextensiones, etc. ). También se evitarán movimientos de
flexotorsión lumbar, como los que se efectúan al nadar crowl y por supuesto
limitaremos al máximo todo lo que sean deportes que exijan correr, saltar o
mover la cintura de forma rápida o brusca. Ello descarta deportes como los de
raqueta, golf, fútbol americano, escalada, artes marciales, nadar braza, crowl
o mariposa, equitación... Otros deportes pueden ser practicados con moderación
y siempre asegurándonos de correr los menores riesgos posibles. Hablamos de
deportes como el baloncesto o el voleibol (por su menor o inexistente riesgo de
sufrir un encontronazo), nadar espalda, musculación, vela, esquí... Pero en
cualquier caso insisto en que deberéis adaptar el nivel de práctica a vuestra
realidad y no correr riesgos innecesarios.
El programa de
musculación debe estar diseñado con ejercicios que aseguren la máxima eficacia
dentro de los límites establecidos por la patología. Así pues sirva como
ejemplo la rutina que a continuación os detallo:
Lunes
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Abdominales
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Flexión de tronco sin sujeción de pies: 4 x 14
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Flexotorsión de tronco sin sujeción de pies (oblicuos): 4 x 14
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Cuádriceps
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Prensa atlética (sin despegar la cadera): 4 x 14
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Extensiones en máquina: 4 x 10
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Isquiotibiales
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Curl femoral de pie (tumbado es más arriesgado): 5 x 10
Martes
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Pectoral
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Press de banca plano (los pies sobre el banco): 4 x 10
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Press inclinado 40º con mancuernas (los pies sobre el banco):
3 x 10
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Press inclinado 20º con barra (los pies sobre el banco): 3 x
10
Jueves
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Dorsal
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Jalón polea al frente agarre paralelo cerrado: 4 x 10
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Remo en máquina para dorsal con apoyo de pecho: 4 x 10
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Remo al pecho en máquina con apoyo de pecho: 4 x 10
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Bíceps
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Curl con mancuernas sentado y con el respaldo ligeramente
inclinado: 4 x 10
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Abdominales
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Igual que el lunes
Viernes
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Deltoides
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Press militar en máquina con el respaldo ligeramente
inclinado: 3 x 10
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Elevaciones laterales con mancuernas: 4 x 10
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Remos al cuello en máquina con apoyo de pecho: 3 x 10
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Tríceps
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Press francés tumbado en banco con barra: 4 x 10
Ni que decir tiene que
todos los ejercicios deben efectuarse con una técnica extremadamente depurada y
no llegar al fallo muscular más que en aquellos que no exijan forzar la zona
lumbar más allá de lo prudente. El principal error que podéis cometer es
confiaros en exceso y correr riesgos innecesarios. Extremad las precauciones
pero al mismo tiempo ser audaces, no os dejéis vencer por el desánimo y
mantened una actitud positiva. Una lesión circunstancial o crónica debe
estimularos a aprender más sobre el ejercicio y sus implicaciones y a superaros
día a día. Tomadlo como un reto más en vuestras vidas y afrontadlo con
determinación y valentía.